El ingeniero que llevamos dentro

Muchos de nosotros llevamos dentro un ingeniero. Lo denota el hecho de que llegados a la jubilación, y aún antes, y con independencia de nuestros estudios o actividades profesionales, nos abrazamos a la valla de la obra y empezamos a aportar soluciones. Desde nuestro punto de vista, por supuesto, mucho más juiciosas y eficientes que las que han adoptado los responsables de la obra.

Es un poco como el futbol o el basket. Todos somos entrenadores o presidentes. Lo que ocurre es que, en el futbol o en el basket, cuando uno la pifia, o cuando la pifian los chicos, el entrenador se va a la calle, y a veces el presidente también. Claro que aquí­ el problema es que el responsable, o el irresponsable, para guardarse las espaldas, lo primero que ha hecho es cargarse, precisamente la calle. Así­ que estamos aviados.

En cualquier caso, y volviendo a mi innata condición de ingeniero, no deja de llamarme la atención que, con independencia de otros aspectos en el diseño de un proyecto de obra pública, los que tienen que ver precisamente con la planificación de la obra, con su desarrollo por fases o no fases, con la afectación de otras actividades, lugares o sistemas de la urbe, vienen, una vez tras otra, siendo un auténtico fracaso. Y lo que es más grave, un fracaso a menudo previsible.

Meter las dos ví­as del tranví­a por una calle que no se ha movido, para llegar a la conclusión de que pasa muy cerca de edificios o portales que tampoco han salido ultimamente de sus ubicaciones para darse un abrazo es reconocer que de una u otra forma no se habí­a medido.

Decir, cuando se lleva el tiempo que se lleva, que como no dejamos de circular coches y peatones por un espacio por el que circulan coches y peatones de siempre y por siempre, no se puede trabajar en condiciones, es no distinguir la diferencia que hay entre una maqueta y una ciudad. Ciudad por cierto en la que vive gente que no tiene porque morir de forma tan absurda como últimamente ha ocurrido. 

Poner unas farolas que, con nuestra también innata afición a las apuestas, se empieza ya a apostar si pasarán o no del primer chupinazo, es un fallo de diseño, y así­ podrí­amos uno tras otro seguir enumerando fallos y más fallos. Pero claro, como ya decí­a antes, como no hay calles a donde echar a los que ingenieros o no, en todo caso demuestran falta de ingenio, pues así­ nos va…

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