Victor Barrenechea

El curso 1975-76 fue uno de esos cursos que se recuerdan toda la vida. Estudiaba entonces en Marianistas. 6º de EGB si mal no recuerdo, y nuestro tutor era Victor Barrenechea, Don Victor, un marianista que pasó a mejor vida el pasado mes de enero.

Fue un curso en el que pasaron muchas cosas. Murió Franco, y tuvimos nuestro correspondientes dí­as de fiesta. Dí­as que para nuestra clase comenzaron una hora más tarde que para el resto porque tuvimos la osadí­a de celebrar con gritos de alegrí­a la noticia que con lágrimas en los ojos nos comunicó “el botas”. Se ve que nuestro alborozo no le pareció cristianamente adecuado al momento y nos regaló una hora adicional de silenciosa reflexión sentados en el aula.

Fue el curso en el que empecé mis estudios nunca acabados de euskera. Apenas una docena de alumnos de entre los tres cursos de segundo ciclo nos quedábamos algunos dí­as después de clase con nuestro “Método de Euskera Radiofónico” de Juan Oñatibia. Alguno de los que empezó conmigo ha aprovechado aquellos inicios bastante mejor que un servidor, pero eso es harina de otro costal…

Don Victor, por otra parte, aparecí­a ante nosotros como el héroe que salvó a la hermana de un compañero a la que un rayo fulminó en la misma puerta del colegio. Su rápda intervención puede que tuviese algo que ver con que sobreviviese a aquello.

Un dí­a como hoy, hace 32 años, Don Victor organizó una salida al monte. Se ve que algo se olí­a y al igual que nosotros muchos niños fuimos “sacados de la ciudad” para así­ mantenernos al margen. Mientras la tragedia nací­a en Gasteiz, mientras aquellos hombres morí­an enla calle, nosotros freí­amos nuestros primeros huevos en las campas de Opakua.

Ya de vuelta, en el tranví­a, el propio Don Victor nos trasladó la gravedad de lo ocurrido. Nuestros padres habí­an sido avisados y, aquellos a los que no recogiese nadie en la estación, irí­an todos juntos a refugiarse en el colegio. A mi me llevaron unos amigos a cenar a su casa, y más tarde, cuando las cosas parecí­an más calmadas, mi tí­o octavio, que comparte ahora piso con Don Victor, ya me entendeis, y mi padre, me vienron a buscar. En apenas quinientos metros recolecté imágenes que no me han abandonado nunca. Un coche volcado en Los Herran, la noche con su bruma de marzo, la luz de las farolas, el ulular de las sirenas…

32 años hace, y lo recuerdo como si fuese hoy mismo. Está claro que hay cosas que no se olvidan nunca, que nunca deben olvidarse…

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