Talión

Uno puede comprender lo comprensible, entender lo entendible y hasta compadecer lo compadecible. Pero lo que es más dificil es justificar lo injustificable. Llevo unos dí­as asistiendo perplejo y atónito a las noticias que llegan desde esas tierras que para unos son Palestina y para otros Israel.

Decí­a lo anterior porque me consta que los más radicales de entre los palestinos no son precisamente hermanitas de la caridad. Que los radicales islámicos son lo que son, y para nada me resultan simpáticos. Que es ingrato e injusto, como todos, el terrorismo de Hamas. Que no es fácil vivir en una tierra en la que llueven misiles en vez de granizo.

Pero también me consta que hasta la ley de Talión era más justa que la respuesta del gobierno israelita. La ley de Talión, establecí­a una proporcionalidad entre crimen y castigo, y según reza en la wikipedia es uno de los primeros intentos por establecer lí­mites a la venganza libre. Según parece los rabinos judí­os la eliminaron de su ordenamiento para sustituirla por indemnizaciones económicas, pero es un concepto que de una u otra forma ha inspirado múltiples sistemas penales. En cualquier caso, su expresión más clásica, la del “ojo por ojo y diente por diente” si que es propiamente judí­a.

Y es que en estos términos uno no sabe si es que los israelitas tienen muchos ojos, si acaso hay un error ortográfico y dicen dentaduras completas por dientes sueltos, o si, lo que posiblemente sean más cierto y más triste también, se trata simplemente de que para algunos unas vidas valen más que otras. Porque toda esta operación tiene su origen en un atentado que causó un muerto, un ciudadano o ciudadana israelí­, no lo recuerdo. Y de momento pasan de sesenta los palestinos muertos, niños incluidos.

Es como si hubiese un mercado de cambio de divisas aplicado al valor de la vida, y la divisa palestina se cotiza muy a la baja, igual que otras divisas siempre ligadas a pobreza y tercer mundo. Y el caso es que no deberí­a ser así­, y el caso es que sigue siendo en parte con nuestra complacencia, y el caso es que seguirá siendo así­ mientras sigamos mirando a otro lado.

 

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