Lo esencial es invisible a los ojos

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 13 de Enero de 2008 (En la edición on-line se ha caido…) 

Esta frase de Saint Exupery, el del principito, tan frecuentemente recurrida incluso con objetivos publicitarios, es lo que me viene a veces a la mente al leer algunas noticias. Ayer me pasó cuando leí­a el relato de los hechos de una que Diario de Noticias titulaba “La Ertzaintza retira la pistola a un escolta ebrio que se enfrentó al portero de un local“.

Con el morbo que este tipo de noticias provoca, y tras terminar su lectura, encontré un par de cuestiones que a mi entender son esenciales. Y no me refiero a desvelar la identidad del escoltado, sino precisamente a cuestiones que tienen que ver con su actitud, que tienen que ver con su calidad humana.

El escoltado o escoltada, que me viene a dar igual (eso por ejemplo no es esencial) vive una dificil situación que le obliga a vivir escoltado. Como es lógico, y además eso no tiene por qué ser de otra forma, el escoltado o escoltada sale de copas un sábado y a eso de las cinco, como es habitual se va al cí­rculo. Los porteros del cí­rculo tienen la sana costumbre de cobrar entrada a todos salvo a los que no se la cobran. No se si entre estos últimos se encuentra la persona escoltada, aunque podrí­a ser esencial. Pero parece claro que entre los primeros, los que pagan, se encontraron de repente los escoltas propiamente dichos. Y como no querí­an pagar, pues se quedaron en la puerta hasta que se formó el lí­o.

Y aquí­ es donde empieza lo esencial. 

Nosotros, la ciudadaní­a toda, pagamos un dineral para que una persona lleve no uno, sino dos escoltas. Y la persona escoltada, la misma que hace que la jornada laboral de sus escoltas se prolongue mientras dura su fiesta, es incapaz de pagar la entrada de sus chicos. Y no solo eso, sino que en todo el relato de los hechos en momento alguno se hace referencia a que saliese a interesarse por lo que ocurrí­a. Se ve que no iba con él o ella. Curiosa forma de tratarles. Forma de tratar a estos profesionales para los que luego se reclama solidaridad y apoyo y que se yo cuantas cosas más. Profesionales a los que he visto en más de una ocasión ser tratados por sus escoltados rozando a veces el maltrato fí­sico y sicológico, y en todo caso con absoluta ignoracia de su condición de personas. ¡Que en Vitoria llueve, hace frí­o, hace sol, viento y que hasta el más aguerrido escolta tiene insanas costumbres como comer y dormir!.

Pero es que además resulta que el escolta habí­a bebido. Y llevaba un arma. Y es él mismo integrante de un colectivo para el que se pide permiso para que lleven arma las 24 horas del dí­a. Y a veces beben. Si me cogen a mi con un vino de más armado de un volante me la lí­an parda. Bueno, y si fumé un canuto hace unas horas o unos dí­as ya ni te cuento. Curiosa forma de proteger a la sociedad y de clasificar las armas. Será por lo del motor de explosión.

En fin, que ya para terminar… Resulta que si los chicos hubiesen pagado la entrada, el resultado hubiese sido que no habí­a noticia cuando en realidad era precisamente entonces cuando la empezaba a haber. Un escolta bebido y armado en una discoteca a las 5:30 de la mañana. ¿Eso es seguro? Que pongan si quieren un arco detector en la entrada. Pero los que tenemos memoria sabemos que eso de las armas en las discotecas y bares, las lleve quien las lleve, sólo sirve para lo que sirve, para que al final, un dí­a u otro, se disparen. Y entonces tendremos un titular, porque la noticia la hemos ido construyendo poco a poco, aunque sea de forma invisible a los ojos.

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