Las cuentas oscuras

Hay cuentas claras que se tornan oscuras en cuanto se piensa sobre ellas. Decir alegremente que en nuestro páis el 50% de los conductores se aplica al volante bajo los efectos de las drogas, que en Cataluña es casi el 80 y que en otros paises de europa la cosa es parecida, me da la impresión de que es algo como para pensar.

Todo esto viene a cuento de esta nueva modalidad de chequeo policial que estamos estrenando por estos lares, pero son varias las preguntas que plantea.

En primer lugar tenemos las de í­ndole legal. Y esque insisto, porque alguna vez ya lo he comentado, que legalmente el asunto me parece de una frivolidad insultante. Frivolidad con la que se arremete en los usos y costumbres privados de la gente sin apenas garantí­as ni seguridades. Porque de igual forma que se ha publicitado hasta el extremo la implantación de estos controles, no he visto yo publicado en ningún sitio las tablas de concentraciones lí­citas o ilí­citas, ni siquiera los estudios que indiquen que sustancias y a apartir de que concentraciones son o no peligrosas para el objetivo. Vamos, que uno sabe cuales son los lí­mites de alcohol permitidos, pero ignora todo lo relativo a la cocaina, al cannabis, a las anfetaminas e incluso a la cafeina o la teina o la nicotina, que también son drogas. En cuestión de drogas el asunto parece ser que es binario. O blanco o negro. No están claros los plazos, ni los periodos, ni el tiempo de espera necesario entre una cosa y otra. Lo único claro es que si el chupachus te acusa, date por…

A ver quien le explica a tu familia, a tu jefe, al que por casualidad estabas llevando en tu coche, a un posible cliente, a quien sea, que no pasa nada, que esque te ha dado positivo un orujo de marihuana que te tomaste la noche anterior o hace tres dí­as. Con lo mal visto que está eso de las drogas.

Y es por ahí­ por donde llegamos al segundo punto digno de atención. Porque una de dos, o eso de que está mal visto es un engaño, o aquí­ todos vemos muy mal. Porque no hablamos de uno o de dos, sino que visto el porcentaje, si aplicamos aquello del derecho a decidir en esta cuestión, me da la impresión de que la legalización ganarí­a por absoluta mayorí­a. Y ahí­ el problema ya es más serio. Ya no hablamos de conducir un coche. Hablamos de conducirnos por una vida que genera tal cúmulo de insatisfacciones, angustias y contradicciones, de una vida que promete y no cumple, de una vida que debe ser vivida con alegrí­a y entusiasmo, que al final, vistas las cuentas, o te drogas o la lí­as.

En fin, que si todo este desagisado sirve para terminar con una de las mayores hipocresí­as de este siglo que comienza, y conseguimos que cada uno decida lo que le conviene, con tanta información como libertad, bienvenido sea. Pero tengo la impresión de que al final, como en muchos otros casos, solo ganarán los publicisitas, si, esos que hacen campañas contra la droga que, vistos los resultados, más parecen campañas de lanzamiento, y los de las clí­nicas de desintoxicación para reintoxicarse luego con mayores garantí­as, y las arcas de los ingresos por multas, y las de los abogados que las evitan unas veces si y otras no.

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