Las dominicas

Con motivo del octavo centenario de la sdominicas Contemplativas, El convento de la Santa Cruz, de Vitoria Gasteiz, ha sacado de su retiro una colección de bjetos que agrupados en una exposición se ofrecen a los ojos del visitante. Tiene por tí­tulo esta exposición “Historia, Arte y Espiritualidad”. (más información sobre horarios y condiciones de visitas en el sitio web del ayuntamiento de Vitoria Gasteiz).

Hoy a la mañana, allí­ que nos hemos presentado un buen número de Amigos y Amigas del Paí­s para poder ver la exposición y disfrutar de paso de las explicaciones de Francisca Vives, coordinadora general del programa.

La cosa ha tenido sus puntos buenos y sus menos buenos. Sinceramente yo pensaba que la exposición, mejor dicho, que su itinerario incluirí­a algo más que el espacio no clausurado, esto es, la capilla, y que además de los objetos, uno tendrí­a la ocasión de visitar también los lugares. Esto de los conventos de clausura siempre tiene su parte de curiosidad para los legos, y si se apura incluso de cierto morbo. La colección de objetos aumenta su consistencia cuando se aderezan de una explicación docta, bien narrada, y mejor argumentada como la que disfrutamos los Bascongados Amigos del Paí­s, que para eso organizamos la visita. Pero posiblemente deje un poco distante al visitante ocasional no especialmente avezado en la hisotira del arte.

Piezas de mérito en lo artí­sitico las hay, y en lo sentimental también. Y las hay igualmente que provocan la ternura, y hasta la sonrisa. No voy aquí­ a hacer una crí­tica de arte, ni un remedo del catálogo de la exposición. Pero si citar algunas piezas que singularmente llamaron mi atención.

En lo tierno San Juanito, con sus zapatitos, su peluca, su corderito, su vestidito y un bolso que no desmerecerí­a en muchas tiendas de complementos de marca, diseño, presitigio, y por supuesto precio. En lo artesanal los escritorios del siglo XVII, creo recordar, y especialmente uno de ellos de origen posiblemente japonés. Parece increible que un mueble con tal pila de años, esté tan magní­fica y finamente realizado y se mantenga tan fresco como el primer dí­a. En lo artí­stico, la colección de creistos de marfil, y especialmente la de figuras marianas más o menos reconvertidas, también llamaron mi atención. Tampoco puede uno quedarse impasible ante la calidad de los vestidos, bordados, filigranas y demás que adornan las figuras en barroco aderezo.

En definitiva, que de cuando en vez, y aunqeu no pueda entrarse hasta las profundidades, no está de más, pasar de un mundo a otro, salir de la calle y entrar en un espacio de paz, y dejar a los ojos soñar con historias de santos y santas, de monjitas y silencios.

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