Bioeconomí­a

La impresión que a veces se tiene de que esto de la economí­a de libre mercado va contaminando, casi abduciendo, todos y cada uno de los rincones de este planeta se convierte a veces en certeza cuando en dí­as como hoy vienen en coincidir toda una serie de noticias. Por eso es por lo que posiblemente sea más útil hablar de bí­oeconomí­a que de bioética para mejor afrontar las circunstancias de nuesstra vida.

Así­ por poner algunos ejemplos de la prensa de hoy. La vida de un iraquí­ vale 8 millones de dólares (también estos, que ocasión más buena han perdido para usar el euro). Pero sólo vale esos millones si es asesinado por un mercenario a sueldo de los pacificadores. Si le matan directamente los soldados profesionales que por alguna extraña razón no son mercenarios, o un coche bomba, o una insolación, entonces no vale nada. No se puede facturar.

La vida de un ingeniero alemán vale seis talibanes. Se ve que en esta nueva economí­a de la vida puede pagarse en efectivo o en especie. La nueva vida de un vitorianico no sabemos lo que valdrá, pero en cualquier caso más que la de un bebito de Nanclares o de Dulantzi. Vamos, que no a todos nos toca la misma tarjeta de la “caja de comunidad” de este monopoli de la biologí­a.

La vida de un concejal, hay para quien vale muy poco. Tan poco que no le importa cambiarla por la de un escolta de un concejal, que tanto monta monta tanto en el mismo coche. Tampoco debe valer mucho para otros que son incapaces de dar un paso y que asumen, como quienes construyen una autopista, el número de muertos por kilómetro como un coste añadido más. Y hablando de obras, parece que tampoco la vida del currela se cotice mucho. Una vez más no pasa de ser una máquina más, y a menudo ni la más cara ni la menos sustituible.

Así­ podrí­a seguir buscando noticias que van construyendo este mercado de lo que esta sociedad entiende realmente como valores humanos, pero yo creo que con estos ya basta. Eso sí­. Luego discutirán los unos y los otros sobre los valores morales que hay que trasladar a la ciudadaní­a. Y visto lo visto me pregunto ¿y qué más da? Luego nos dirán que nos cuidemos, que no bebamos, que no fumemos, que no corramos, que no comamos grasas ni mariscos, y nosotros nos diremos “y total para qué, si vamos a valer lo mismo… o sea, mucho para nosotros y poco para ellos.

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