Ayer pase una mañana agradable como hacía tiempo no pasaba. Agradable porque es siempre agradable hacer favores. Agradable porque hay veces que te haces un gran favor a la vez que se lo haces a otros.
Ayer estuve en Eskolunbe, en la boda de Roberto y Ainhoa, ayudando a mi amigo Rubén Argote en sus tareas de fotógrafo. Reconozco que no cococía a los novios, ni a sus familias, aunque si que encontré a varios conocidos entre los invitados al festejo. Reconozco también que nunca antes había estado en Eskolunbe, al menos que yo recuerde, y ahí empiezan los motivos que hicieron que más que ir a hacer un favor volviese con la idea de que me lo habían hecho.
El paisaje de Eskolunbe, junto a Katadiano, a los pies de la sierra de Badaia, con su campa y parque, con su templo es de esos que regalan impresiones a todos los sentidos. El que quiera conocer más sobre la historia de este sitio puede hacerlo en un máginifico monográfico de Carlos Ortiz de Zárate. A mi me vale con decir que que cuanto más la conozco más me gustan estos rincones del ílava profunda.
La boda por su parte fue de esas que te reconcilian con estos “saraos”. Era digamos una boda vasca, que sin embargo y a la vez recordaba a esas bodas yanquis que vemos en el cine o en la tele. Los bancos alineados y decorados con su flor, el altarcico a la sombra de un árbol de gran porte, y todos los invitados con ropas tradicionales, unas más elegantes que otras, pero todos en conjunto como de postal, de calendario de la caja laboral que decíamos antaño.
Gente maja, gente jatorra, vamos, que hasta el cura era un prodijio de campechanía y amabilidad. Vascos de hoy vestidos de vascos de ayer, disparando sus cámaras digitales, hablando con sus moviles de última generación, protegiéndose del sol con gafas de diseño, grabando los momentos en vídeo digital, mientras sonaban al fondo las esquilas del ganado y el ruido del aire al chocar contra las copas de los árboles.
Todo un ejemplo de como pueden fundirse modernidad y tradición, hombre y tierra, respeto al medio y actividad humana, y sobre todo, y lo más importante, como puede serse vasco y divertido, como reclamarse como vasco no tiene porque ser desagradable ni desabrido, sino al contrario, amable y jatorra. Vamos, que todos deberíamos tomarnos más en serio el Gora Eusko Alaitasuna!! y fijo que lo demás va viniendo antes de lo que pensamos.
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