Como fichas de un dominó

Lo complicado que tienen los sistemas complejos es que tocas una pieza y sin que te des cuenta vas alterando todo el conjunto. Lo curioso de nuestro complicado sistema económico es que cuando esto ocurre, y todo cambia, hay algo que nunca cambia, siempre ganan los mismos y siempre pagan los mismos.

La noticia que remueve bolsillos estos dí­as está relacionada con la subida del precio de los cereales, que a su vez dispara el precio de la leche y de la carne. Y la cosa tiene su aquel.

Los precios del cereal han estado así­ como clavados a una tabla durante muchos años, si se me apura cerca de 25 ó 30 y ahora se ponen a subir. No han conseguido que suban ni el precio del gasoil, que se ha duplicado, ni el de la maquinaria, ni el de los fertilizantes, ni el de los tratamientos, nada, el kilo a unas 22 pesetillas de mierda, digo de media. Los mayoristas, los que compran el trigo andaban tranquilos porque trigo habí­a mucho y muy barato y en muchos sitios. Pero he aquí­ que aparece el biodiesel y todo se dispara. El cereal ya no es para comer sino para correr, y entonces el cereal de aquí­ empieza a subir y todo patas arriba.

Bueno, todo no. Como decí­a al principio siempre ganan los mismos. Y es que tanta innovación, tanta consultorí­a, tanta ingenierí­a de procesos y búsqueda de la excelencia, y esto sigue igual que cuando yo era niño. Entonces se hablaba de los intermediarios, hoy se les puede llamar comercializadores, generadores de valor añadido, plataformas de distribución o como se quiera, pero el resultado es el mismo. El agricultor, el ganadero, es puesto a los pies de los caballos como culpable del asunto pero ellos no tardan ni un segundo en trasladar a su cadena de valor el incremento, aunque sea con productos estocados que compraron más baratos.

Y cada vez que pasa algo de esto, y se hacen públicos los precios en origen, y recordamos los que nosotros pagamos, siempre también ocurren dos cosas. Ni a ellos se les cae la cara de vergí¼enza ni a nosotros se nos borra la cara de tontos ni a nadie se le ocurre poner de una vez fin a este abuso. Será el fin de la historia que anunciaba Fukuyama.

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