Callar, llorar, insultar o… reir.

El otro dí­a, Rafa Larreina se planteaba en su blog si no deberí­amos empezar a practicar aquello de que una de las mayores muestras de desprecio es el silencio. Ignorar como forma de anular. Sé que es un debate antiguo que tiene cierto fundamento. Por un lado no me cabe duda de que bien planteado serí­a un buen mecanismo de demostrar nuestro aburrimiento y desprecio sin enzarzarnos acto seguido en discusiones entre nosotros para regocijo suyo. Por otro, a veces también uno tiene la impresión de que el que busca proyección social cambiará de método si aquel que emplea le lleva precisamente a lo contrario, el olvido y el ostracismo.

La iniciativa de callar ya digo que no me parece mala. Pero hay gente que prefiere hacer llorar, de rabia o de emoción, y en gran parte son algunos medios de comunicación instalados en un creciente amarillismo interesado. Por una parte buscan la emoción fácil y el sentimiento crispado, la imagen “sobrecogedora” el adjetivo “desgarrador” y los escenarios “dantescos”. Por otra esconden a menudo mal ocultos intereses de buscar confrontaciones y alentar odios y venganzas entre lágirmas, y claro, ni los unos ni los otros se van a callar.

Hay además toda una corte de resentidos que aprovechan estas ocasiones para insultar, para mostrar su rabia hecha improperios. Aquellos que hace años hací­an llamadas ofensivas o amenazantes o enviaban misivas anónimas y que hoy esperan agazapados en cualquier blog, en cualquier foro, en cualquier punto en el que puedan, impunemente creen ellos, desplegar su furia anti vasca se hable de lo que se hable, y más aún cuando estos descerebrados salvapatrias sin contrato les dan ocasión para ello. Me temo que estos insultadores de la red tampoco se callarán.

Por eso a veces pienso yo, que, puede que una buena combinación sea la de guardar silencio en las tragedias y reir a mandí­bula batiente cuando la cosa, salvando las molestias que causa a mucha gente, realmente tiene gracia. Porque habrí­a que reirse a la cara de estos militares de pasamontañas y txapela. De estos reinventores de la guerra de guerrilla y las estrategias de desgaste. De estos que buscan demostrar su amenazante capacidad operativa para conseguir de golpe y bombazo la liberación y reunificación de Euskalherria, y ya de paso la sutitución del salvaje capitalismo local por una república socialista y euskaldun. Y para ello, hacen un despliegue de armamento pesado, tan pesado que tienes que enviar las coordenadas GPS donde has puesto el “artefacto”, y pedir unos minutos de silencio para que se oiga el estruendo, porque si nos ponemos todos a hablar igual no lo oimos y seguimos buscando. Eso sí­, objetivo cumplido. De vuelta a sus cuarteles, victoriosos, entonarán cánticos guerreros mientras les joden el retorno vacacional a muchos ciudadanos ya de por si bastante jodidos con el regreso, y muchos de ellos vascos para más inri. Claro que estos posiblemente lo acepten resignados por que ya saben que esto es sólo una consecuencia del conflicto cuya causa es el proceso que no arranca para buscar las causas reales del conflicto al que ha llevado la ceguera de una parte de las partes implicadas en el proceso una de las cuales, siempre la otra no muestra voluntad alguna de etc. etc. etc. Pues eso, que a veces uno prefiere reirse, a ver si se dan cuenta de que aparte de muchas otras cosas que ya les llaman otros, son ridí­dulos, patéticos y posiblemente idiotas. (lease idiota en su segunda acepción, esto es… Engreí­do sin fundamento para ello, no sea que alguna persona sin humor y aficionado a las hazañas bélicas se me vaya a enfadar)

 

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