Pantxo Villa

Cuando alguien actua más como una banda que como una orquesta, enseguida sale a la palestra el nombre de Francisco Villa, o mejor dicho su apodo, que aquí­ he euskaldunizado al menos en la parte ortográfica, para mejor entendernos. Tanto como crí­tica interna como externa decimos a menudo aquello de que parecemos o parecen el ejército de Pantxo Villa.

Se quiere significar con ello que carecemos o carecen de la más mí­nima capacidad de aceptar de forma disciplinada las órdenes y consignas que nos llegan a través del oportuno canal jerárquico. El ejército de Pantxo Villa viene a ser pues la antí­tesis de una organización ferreamente disciplinada y militarmente organizada en base a la cadena de mando.

Llevo escrito en varios apuntes que esto de las elecciones municipales pone de manifiesto la enorme dificultad con que topan los lí­deres polí­ticos a la hora de conseguir que en todos y cada uno de los municipios donde cuentan con presencia sus militantes acepten, acaten, o aunque sea cumplan a regañadientes sus órdenes.

Y así­ tenemos que en un ayuntamiento desoyen a un congreso y van en coalición con otros, que en otro desoyen a su direción y votan lo que no tienen que votar, que en otro más se pasan por el arco del triunfo la obligación de mantener a la derechona y aceptan un regalo que otros ven envenenado. Unos dejan sus escaños y otros no. Unos apoyan unas infraestructuras y otros no, y cada uno en su casa, la comparte con los presuntamente suyos, aunque a veces parezcan vivir en habitaciones sin puertas ni ventanas al pasillo y con muchas vistas a a la calle.

Y el caso es que uno se para a pensarlo y posiblemente no sea tan malo. Posiblemente sea mejor decir de uno mismo que se es un ejército de Pantxo Villa que ser una máquina de guerra perfecta y engrasada. Más aún cuando esa solidez mecánica, cuando esa perfección de diseño y funcionamiento, lo que busca es amedrentar a los eslabones más débiles de la cadena y ser como una gota malaya que golpea sin descanso buscando la razón por hastí­o más que por convencimiento.

Ya está bien de que quienes se han apropiado de todo lo que pasa por cerca de sus manos, lease reivindicaciones justas, sí­mbolos, voluntades, y hasta del idioma vengan ahora a llamar ladrón a nadie. Ya está bien. Los que una y otra vez nos han robado la ilusión, la tranquilidad, la paz y la esperanza, esos si que son ladrones.

Vaya desde aquí­ un abrazo a los que no lo son, sean del ejército de pantxo villa que sean.

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