Me negarás tres veces…

Como si de un Pedro cualquiera se tratase así­ han tratado a la verdad quienes ahora hablan de mentiras. Negándola tres veces. Y aún no ha cantado el gallo, pero conociéndoles no cabe duda de que cantará para desgracia de todos.

Ese núcleo de estrategas, de politólogos, de generales sin estrellas y estadistas de un nuevo estado revolucionario, han elaborado una estrategia en el más puro estilo leninista que consiste en mentir, destruir y volver a mentir, pero en todo caso negar la verdad, negar la historia y negar incluso la esperanza, la ilusión, el futuro. Así­ nos hemos quedado las gentes bien intencionadas ancladas en la perplejidad, la tristeza, y, por que no decirlo, el enfado. Vamos, que se nos ha quedado cara de tontos.

Fue mentir presentarse ante la ciudadaní­a pidiendo firmas para garantizar que todas las opciones podrí­an presentarse. Y uno, desde su democrática ingenuidad no veí­a inconveniente en firmar, si fuese necesario, aún no estando dispuesto a votar. Y se hizo esa campaña con gran despliegue en municipios grandes y pequeños, y hubo quien finalmente firmó movido por la solidaridad y el espí­ritu democrático. Pero ellos ya sabí­an de antemano que todo eso no era más que propaganda, que para presentarse bajo las siglas de un partido no hacen falta firmas.

Y esa es la segunda negación. Hablar de construir este paí­s y ciscarse en elementos constitutivos de su historia, como dije en su dí­a, en auténticos iconos de lo que ha sido la historia de la lucha de este pueblo por su identidad y de todos los del mundo por su dignidad de clase, es cuando menos irresponsable, y habla muy a las claras del salvaje utilitarismo que estos ideólogos profesan. ¿Que será de ANV tras esta aventura irresponsable?

Pero es que si además ponemos como uno de los ejes de la campaña la supervivencia del proceso, cuando, al igual que los invisibles jueces de Joseph K. y sin que nada ni nadie pueda evitarlo acaban por degollarlo y arrojarlo a un barranco, la tercera negación clama al cielo. Culpables los otros, siempre los otros y también mentirosos y falsarios. Vamos hombre. Se roban intenciones dos veces en apenas veinte dí­as, y se abusa de la ingenuidad de las voluntades con tanta contumacia y los malos somos los demás. Justo los que vamos a sufrir las consecuencias de esa decisión escamoteada a los votantes para evitar la fuga de voluntades hasta que ya es demasiado tarde, aunque parezca demasiado pronto.

Y eso me lo dicen quienes dicen ser y llamarse izquierdistas y abertzales, y hasta demócratas. Quienes con tanta frecuencia se declaran antimilitaristas, ecologistas y no se cuantos istas más. Y vuelven a mentir otras tantas veces. La izquierda es otra cosa, algo que muchos de sus votantes ni entienden ni comprenden ni comparten. Los militares son militares, ya lleven gorra, casco o txapela. El respeto al medio ambiente, lease, a la vida de animales y plantas no se entiende si no incluye también a otras especies, como concejales, periodistas y hasta ecuatorianos. La democracia enseña que aunque 180.000 bofetadas sean muchas, siempre son menos que el resto cuando hablamos de dos millones de votantes, y eso sin contar que pongamos 5.000 o más de esas bofetadas son votos nulos que nada tienen que ver con ellos, algo muy  coherente con la enfermiza tendencia de esta gente de apropiárselo todo para ellos mismos, cosa no muy de izquierdas por cierto.

Pero abertzales, eso si que son. Si que quieren a su patria. Sólo que la quieren como a menudo los maltratadores dicen amar a sus ví­ctimas, suya sólo suya, y con derecho a maltratarla en vida y matarla si se quiere emancipar. En resumen, que lo mismo que defiendo el derecho de la mujer a vivir su vida sin que ello le suponga amenazas de su pareja, sea actual o pasada, igual defiendo el derecho de mi pais de vivir sin este maltratador intolerante. Que se busquen otra.

2 comentarios

  • María dice:

    A mí­ como a Nena Daconte también se me ha quedado una cara de tonta…

  • María dice:

    Toda la vida en Vitoria hemos vivido creyéndonos un montón de cuentos, de uno y otro lado. Desde el obispado pasando por los polí­ticos y hasta las historias más viscerales.Y conozco además gente que me exige un nivel de fé en su
    historia tan desmesurada que me entran escalofrí­os solo
    pensarlo. La verdad es que no me creo nada ni de los buenos ni de los malos, pero lo que más me preocupa es la
    falta de objetividad y coherencia. Y cómo una se convierte en traidora por una mera crí­tica…No quiero un mundo así­ para mis niños..

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