En busca de augurios

Diario de campaña vista con buenos ojos. Dí­a 4

Como si del Cesar antes de entrar en batalla se tratase, los primeros espadas, los subalternos, los meritorios y hasta los sobresalientes que lidian en esta campaña, buscan augures que les avancen el futuro. Sin entrar a valorar si futuro existe o es simplemente el resultado de los aciertos y errores de ese presente que de forma contí­nua se va convirtiendo en pasado, lo cierto es que no hemos avanzado mucho en los últimos 2000 años.

Antes se recurrí­a al vuelo de las aves, al aspecto de las entrañas y a quien sabe que peregrinos sistemas. Unas veces acertaban y otras no. Si el fallo era estrepitoso el consultante sucumbí­a y el augur errado quedaba vivito y coleando. Si no lo era tanto podí­a siempre recurrir a cuestiones metodológicas para achacar el resultado distinto a lo esperado, que no el error en si de la predicción, a cuestiones como la edad del animal, su incorrecta alimentación etc etc.

Hoy los augures se llaman sociólogos, y las entrañas encuestas, pero el asunto viene a ser parecido. Unas veces aciertan y otras no, pero esto pasa por ser una de esas disciplinas que uno jamás incluirí­a en la lista de las “ciencias exactas”. Cuando aciertan, cosa que ocurre a toro pasado, es acierto suyo y del sistema. Cuando no lo hacen el fallo es de los encuestados que mienten o no terminan de decir la verdad. En cualquier caso nunca se equivocan, es el futuro el que no acierta a coincidir con su pronóstico.

A este respecto decí­a ayer mi compañera que cuando se publican estos dí­as las encuestas, acompañadas de datos de elecciones anteriores, siempre falta una columna, la que refleje la encuesta de hace cuatro años junto con los resultados reales de hace cuatro años. Porque ya que estamos de césares, la encuesta no es que deberí­a ser creible, es que al menos deberí­a parecerlo.

Eso sí­, los césares de hoy, cuando los augurios no son favorables, pasan en vela tantas noches como el lejano Julio, así­ pues su gran éxito es, en todo caso, desvelar a lo más granado de las candidaturas.

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