Sentido común

Suele decirse que el sentido común es el menos común de los sentidos. Suele también afirmarse que el sentido común es el fundamento natural del derecho. Ambas afirmaciones, en apariencia ausentes las unas de las otras, en apariencia sin relación alguna, adquieren estos dí­as un sentido conjunto que, a la vez que agotador resulta en todo punto frustrante.

Los grandes cerebros pensantes de la policí­a, de los servicios de inteligencia (?), de la judicatura, de la polí­tica, de la prensa, de las tertulias y de la publicada opinión en general, se han lanzado a una carrera frenética para demostrar que, en lo que se refiere al derecho, y a su fundamento en el sentido común, este es, efectivamente, el menos común de los sentidos, y en todo caso, el más ausente de los fundamentos no ya del derecho, sino de la vida pública en su conjunto.

Es delirante ver el grado de hipocresí­a, de cinismo, de elevación a la categorí­a de arte de la mentira del engaño y del sinsentido a que nos ha llevado una ley tan absurda como flexible. Con la misma ley se puede ser placado, placable, implacable y hasta impecable. Y se puede serlo en un tema en el que la ciudadaní­a en general lo vemos muy claro, lo percibimos muy evidente. Somos, eso si, los que sabemos más de sentido común que de derecho, los que entendemos más de la razón a secas que de la razón de estado, los que vivimos la polí­tica más como un medio necesario para solucionar nuestros problemas colectivos que como un artificioso juego de rol a costa nuestra.

Pero llegados a este punto asistimos perplejos a sesudos policí­as que no logran ver lo que todos vemos. A jueces implacables y rectos que se inclinan como juncos para uno u otro lado y dicen, con su misma jerga de verdad falsaria lo uno y su contrario. A polí­ticos más o menos inteligentes, más o menos brillantes, pero igual de adictos al bullshitting, intentando convencernos de que no vemos lo que vemos, de que no es cierto lo que sabemos.

Esto es un gran ridí­culo de quienes pretenden darse más importancia de la que tienen, los unos y los otros. De quienes intentan salvar los muebles a cuenta de un engendro que crearon y no se atreven a extinguir, los unos y los otros. Siempre los unos y los otros vistiendo de reflexión profunda, de aguda estrategia, de alta polí­tica, lo que cada vez más y más ciudadanos percibimos como un simple y triste ridí­culo, el de los incapaces de solucionar los problemas que se han creado, el de los presuntuosos que buscan ganarse la fama a base de “darse el pote” en berenjenales que nadie les ha pedido que planten.

A veces viendo todo esto, uno recuerda a esos bomberos pirómanos que prenden fuegos para poder apagarlos, y todo serí­a muy gracioso, si no fuese por un pequeño detalle, que los incendios queman el bosque, y que cuando se apagan, dejan mayormente cenizas.

1 comentario

  • Doctor dice:

    “Hola amig@s,

    soy el Doctor, crí­tico insolente de blogs.

    Si quieres que lo critique, no tienes más que hacérmelo saber enviándome un correo o poniendo un comentario en alguno de mis post.

    Si por el contrario, sólo eres un lector al que le va el morbo y comprobar mi más que indudable talento macarra, léeme, y deja tu mordaz comentario sobre lo que se te antoje. Di lo que piensas sin el menor pudor.

    Antes de descatalogarme, échame un vistazo.

    Pincha aquí­: http://elburladordemitos.blogspot.com/

    Saludos del Doctor”

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