Una propuesta de izquierdas, que prohiban la loterí­a

Publicado en diario de noticias de álava el 8 de abril de 2007 

La loterí­a, el juego en general, ha sido una de las bestias negras de la izquierda tradicional. Se entiende que este tipo de juegos esconden un mecanismo de engaño del sistema, alienan al pobre y le conceden el derecho a fantasear con que podrá ser rico. Se habla también de los temas fiscales, de la cantidad de dinero que recauda el estado a costa de los desesperados esperanzados. Se alude incluso a cuestiones morales como la del beneficio rápido y la ilegitimidad de la riqueza no basada en el trabajo. Se piensa en que el pobre no debe dilapidar sus escasos ahorros en aventuras de riesgo aún a costa de la alimentación y vestido de la familia, etc. etc. etc.

Todo demasiado serio. Y la izquierda, si debe caracterizarse por algo, sin desmerecer el sesudo y profundo sustrato ideológico y filosófico, es básicamente por dos caracterí­sticas, ser rebelde y ser alegre. Porque la lucha es siempre por un mundo mejor, y eso es más felí­z, y eso es más justo y más divertido. Para amargarnos nos vale con lo que tenemos.

Y en esa dimensión lúdica de la subversión, el otro dí­a leí­a en la prensa una noticia que me hizo pensar en las verdaderas razones que nos deberí­an llevar a prohibir la loterí­a, o al menos a modificar su reglamento. Porque a nadie se le puede negar el derecho a soñar, ni se le puede robar impunemente su ilusión. Y es que cuando uno lee que el marbellí­ Roca dice que parte de su fortuna procede de la loterí­a, o cuando uno recuerda que en un reciente sorteo uno de los premiados era el presidente del Sevilla, también nombrado en la trama malaya, uno no puede resisitirse a pensar, esto no es así­, ellos ya tienen bastante, y encima les toca.

Eso es como cuando compras loterí­a en la empresa con la ilusión que todos tenemos de que te toque y poder pasarle el décimo por los morros al jefe, y resulta que donde uno juega un décimo el jefe juega dos. Que no, definitivamente no. O jugamos sólo los pobres o rompemos la baraja. Y si todos jugamos en igualdad de condiciones, que sea verdad, en la loterí­a y en la vida.

Y si alguno se pregunta, ¿y esto que tiene que ver con ílava?, le responderé, que los alaveses también jugamos, y que además, según algunos, esto cada vez se parece más a Marbella.

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