Bajar la tensión

Es habitual intentar jugar a adivinar lo que piensa la ciudadaní­a, así­ en conjunto. Es un juego que incluye también la tendencia a valorar sus deseos, interpretar sus actitudes, y hasta aventurar sus acciones u opiniones. Con demasiada frecuencia, el resultado suele acercarse más a lo que desea el adivino que a lo que piensa la ciudadaní­a. Y habida cuenta de que a menudo los deseos no coinciden con la realidad, las decisiones, las actuaciones que se toman a partir de ahí­ suelen agrandar el error.

Viene todo esto al hilo de la situación que vivimos ultimamente, tanto a nivel local, como nacional, estatal y hasta mundial. En todos los sitios hay un empeño inusitado en subir la tensión. En unos casos apelando a la seguridad mundial y el terrorismo internacional y la amenaza del islam. En otros hablando de la unidad de la patria como bien tan deseado como precario. En otros más haciendo un discurso que es de todo menos moral, aunque así­ se pretenda, aprovechando rencores para alimentar venganzas y buscar el desgaste del adversario aunque en ello le vaya la vida a alguno. En otros con continuos sobresaltos judiciales que a menudo no prosperan o que cuando lo hacen son más livianos de lo que se anuncia.

Y el resultado es que la ciudadaní­a al final da la impresión de que acaba harta de unos y de otros, que una gran mayorí­a silenciosa se siente defraudada al ver que quienes tienen el deber de solucionar problemas lo que hacen con más entusiasmo es crearlos y hacerlos luego crecer olvidándolos cuando ya no interesan pero dejando tras de si un poso de amarguras, de frustraciones, de sospechas, de desconfianzas que a nadie benefician y a todos perjudican.

En fin, que igual estoy haciendo lo mismo que decí­a que no debí­a hacerse, pero a menudo cuando hablo con gente percibo ese deseo, que baje la tensión, que haya paz, en todos los sentidos y en todos los ámbitos. Eso es algo más que dejarse de matar, es más bien concienciarse en la capacidad que tenemos para vivir mejor entre todos, ser tan capaces de crear como lo somos de destruir, tan capaces de avanzar como a menudo lo somos para poner obstáculos. Y esque la ilusión es necesaria, conveniente y provechosa.

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