Delirios

Recogen hoy los diarios locales con gran profusión de espacio y tipografí­a una denuncia de estafa. A bombo y platillo que dirí­amos antes.

Según se afirma, los autores directos de la estafa son las cooperativas de vivienda, los complices necesarios el ayuntamiento y el gobierno vasco, y los damnificados los cooperativistas. La mecánica de la estafa es sencilla, se obliga a los cooperativistas a comprar las lonjas de sus casas, lo que hace que sus VPOs salgan más caras que las que adjudica el ayuntamiento o el gobierno vasco.

En Diario de Noticias, Jaime Rubias considera la acusación “de juzgado de guardia”, pero no por los acusados sino por los acusadores, y posiblemente lo sea, pero la cosa tiene tintes que la aproximan más a la psiquiatrí­a, o a algo más sencillo, la teorí­a del conocimiento y de la información y del aprendizaje.

Y esque en todo punto la acusación tal como se plantea es delirante. Una cooperativa es una empresa cuyo propiedad corresponde a sus cooperativistas. Parece obvio que eso significa que todos comparten beneficios, en este caso viviendas y lonjas comerciales y garajes y todo lo que sea, pero también comparten gastos, en este caso el suelo, la construcción, la inversión, etc. La vivienda, estrictamente hablando, de protección oficial construida por una cooperativa no puede ni debe valer más que las demás, eso está regulado por ley y es así­, salvo que medien dos circunstancias, gestores desaprensivos, o mejoras voluntariamente pactadas entre los cooperativistas. El resto es digamos inversión, y como en todo sector de nuestro sistema económico, el que no quiera invertir que no lo haga. Para esa está la paciencia infinita que en ocasiones es necesaria para esperar con los brazos cruzados a que el nombre de uno salga en un sorteo.

No se estafa a nadie, pues a nadie se obliga a entrar en una cooperativa. Caso aparte es que la gente no se informe debidamente, o que haya algunos interesados en no informar debidamente.

En sentido estricto decir que una cooperativa estafa a sus cooperativistas es como decir que los cooperativistas se estafan a si mismos. Pero lo que es más preocupante es que se de pábulo a una acusación que es de por si mismo absurda, y es la de decir que a un cooperativista se le obliga a comprar una lonja, cuando en realidad es suya, igual que los garajes sobrantes, que de eso no se habla. Son los cooperativistas quienen deben participar en la decisión compartida de vender o no las lonjas, de hacerse un choco o una ludoteca en vez de poner el cartel de se vende. Pero claro, eso tiene un precio, y no es de VPO.

En fin, que a algunos les va la marcha y se dedican a lanzar a diestro y siniestro denuncias y sospechas que no tienen el más mí­nimo fundamento, por lo menos por donde se lo quieren ver ellos. Que además, lo que es más grave, desinforman y distraen la atención de los verdaderos problemas que existen en este sector, el de las cooperativas, y meten en el mismo saco a entidades honradas y responsables con otras que puede que no lo sean tanto. Si aciertan y asustan pues bien, algunos titulados en plataformacracia ya conocen bien el mecanismo y sus efectos. Si se equivocan, como en otras ocasiones hemos visto en Gasteiz, pues a buscar otro frente, y todo eso por supuesto, en representación de los vecinos, de muchos vecinos, de todos los vecinos…

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