Nocivos con fronteras.

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 28 de Febrero de 2007 

Estamos llegando a esos momentos en los que hay codazos para coger posiciones. Se acercan las elecciones y cada cual busca su foto, su pancarta y de paso muestra claramente su sensibilidad por los problemas que afectan a la ciudadaní­a. Problemas que por otra parte son ignorados en periodos de tres años y medio y recuperados en seis meses. No importa tanto que la demanda se ajuste más o menos al ideario propí¬o. Se trata por encima de todo de que sea popular, como en este caso opina el partido popular que lo es salir en defensa del vino.

Pues a buen sitio hemos ido a parar. ¡Defender el vino en ílava! Menuda ocurrencia, y menuda oportunidad más buena para hacer de su defensa algo que esté por encima de las siglas. Y ya de paso, si lo hacemos con un poquito de seriedad y altura de miras, pues mejor que mejor.

Porque en el tema del vino, como en muchos otros, esto suena un poco a modificación de la quí­mica en clave local, y a reclamación de la diversidad moral y cultural en sus aplicaciones igualmente locales. Así­, como quiera que aquí­ presumimos de tener buen vino y de saberlo beber, y llegamos incluso a convertirlo en la sangre de cristo, pues resulta que el vino no es nocivo. Y hombre, ¿quién no ha oido decir a algún cliente cosas peores sobre el vino de un bar? ¿Quien no ha visto o incluso sufrido en carne propia los efectos “no nocivos” de algún que otro exceso de rioja (alavesa por supuesto)?

Quiero decir con esto que el vino, además de otras cosas, es una bebida alcohólica, no la más graduada, pero tampoco la menos. Algo parecido a todo esto opinarán los escoceses del whisky, los irlandeses de la Guiness, los gallegos del orujo, las catalanes del cava y los franceses del champan y del cognac. Algo parecido opinan los andinos de la hoja de coca, los orientales de la adormidera, los jamaicanos de la marí­a, y los rusos del vodka con guindillas.

En definitiva, que lo suyo es aceptarnos como somos, diversos en el matiz pero iguales en el fondo. A todos nos gusta tener nuestras pequeñas debilidades, aunque las disfracemos de tradición, les encontremos beneficios para la salud, y hayamos montado toda una industria en torno a ellas, son lo que son, las nuestras y las de todos, esas pequeñas ayuditas que de vez en cuando necesitamos para reconfortarnos con los placeres mundanos y reconciliarnos con ese mundo que tantos disgustos nos da.

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