Publicado en Diario de Noticias de ílava el 30 de Diciembre de 2006
Si todo va bien pronto entrarán en funcionamiento las polémicas rampas del casco viejo. Son polémicas por diversas cuestiones, pero a veces tengo la impresión de que lo que más importa de todo ello es precisamente que representan movimiento.
Como en otras muchas ocasiones, cada vez que algo se mueve surge quien ve problemas en ello, cada vez que algo cambia ve problemas en ello. Podrán vestir de un modo u otro, gritar consignas en castellano o en euskera, pero en definitiva hay varias cuestiones que resultan recurrentes, y que convierten a quienes recurren a ellas en inmovilistas, en conservadores, incluso en cegatos. Y lo más triste es que así como hay colectivos y hasta individuos capaces de reconocer errores, muchos de los que protagonizan estas guerras contra el tiempo, son incapaces de hacerlo.
Hoy he aprovechado para dar un paseo por la correría, quería ver el efecto que hacen las rampas, y ya lo siento, seré muy raro, nadaré contra la corriente de los que quieren remansos, pero he de reconocer que me gusta. No entro en lo funcional, que agradeceré cuando definitivamente arranquen, me quedo de momento en lo estético.
Y es que no nos olvidemos que vivimos en pleno siglo XXI. Que rehabilitar un casco histórico como el de Vitoria no es construir un enorme decorado al más puro estilo de la factoría Bronston. Que dignificarlo no es convertirlo en un a modo de Gheto interior, sea para quien sea. Se trata más bien de construir un espacio moderno, que combine elementos estéticos actuales con las líneas que dibujaron nuestro pasado, que sea a la vez acogedor, abierto y también recoleto y hasta en un punto romántico, vivo como viva está una ciudad hoy en día, con comercios, con oficinas, con viviendas, con equipamientos. Un barrio más de nuestra ciudad, para mi, uno de los que con más mérito se merece ser uno de los mejores barrios de Gasteiz.
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