El siglo de las luces… y las sombras

Cuando en pleno siglo XXI uno se ve encerrado en su casa sin energí­a eléctrica, puede caer en la desesperación, puede refrescar su repertorio de juramentos e imporperios, y puede tambien dedicarse a establecer curiosas relaciones entre acontecimientos dispersos que sin embargo tienen un punto en común, la casa está a oscuras, y el silencio se hace presente.

No rugen los motores del frigorí­fico, no habla el televisor, no hay zumbido eléctrico alguno. Los alimentos empiezan una implacable secuencia de descongelación dentro de los arcones, los relojes de diversos aparatos se desprograman, uno no encuentra las antes imprescindibles velas, y las pilas de la linterna están gastadas, como siempre que son necesarias. No se puede ir al bar porque está en la misma situación que nosotros, y finalmente, como ya tampoco tenemos radios a pilas, se ve uno tentado de irse a dormir al coche, con su radio, con su calefacción, y hasta con luz para leer.

En ese aislamiento y desamparo que a los occidentales del siglo XXI nos produce la asuencia de energí­a eléctrica, es fácil, como decí­amos, empezar a establecer conexión entre distintos titulares más o menos recientes.

EOn, tiene recursos suficientes para embarcarse en una operación financiera cuyos números escapan a nuestra humilde capacidad de calcular, pero es incapaz de evitar un apagón que oscurece a media europa.

Las compañí­as electricas más cercanas aumentan de forma constante sus beneficios al tiempo que el gobierno anuncia una próxima y severa revisión al alza de las tarifas eléctricas. Dice que se justifica con la necesidad de cubrir los gastos de producción. Y uno no puede evitar preguntarse, ¿si no cubren los gastos de producción de donde sacan sus beneficios?

Rachas de viento de hasta 120 km/h organizan un caos energético en nuestra tierra, y se sabe que no se pueden evitar todos los imponderables, pero resulta que, ni son tan imponderables, ni el problema es que se eviten, sino que no puedan solventarse con más premura.

Dicen que pasadas horas interminables para el que las padece, “sólo” quedan unos 900 usuarios sin servicio. De ellos, 200 son de luyando, me da la impresión de que son prácticamente todos, ¿puede hablarse de “sólo”?

En fin, que cada uno establezca la conexión que quiera, yo hace tiempo que lo tengo claro, cuando servicios públicos esenciales se convierten en negocios, el resultado es este. Aumentan los beneficios, mejora la imagen en términos de marketing, y a la primera de cambio… todos en el mundo de las sombras, y en pleno siglo XXI.

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