Miguel Quintana Briñas.

Migueltxo, la sonrisa de Paul, el azote de Zamorano y del madrid en general, el bastión de la Real, el corazón del alavés, murí­o el pasado 31 de Octubre y yo sin enterarme. Hasta lei su esquela, y como no vi ninguna referencia a Paul, no te asocié con ella, o no me apeteció hacerlo.

De los nueve años que viví­ en Pobes guardo buenos y malos recuerdos. Tú sigues estando en muchos de los buenos, y en ninguno de los malos. Cuando muchos me plantearon problemas, tu supiste siempre estar a mi lado, dedicarme una sonrisa, darme una palmada en la espalda y llamarme javitxu. Yo siempre te lo he agradecido. Como he agradecido los buenos ratos que pasamos en las fiestas de Paul, cuando los crí­os del pueblo te cantaban aquello del probe miguel, que hace mucho tiempo que no sale…

Buscando tu esquela he encontrado tu última aparición en los medios, allá por por septiembre de este mismo año, con foto y todo, hablando de la mina de Paúl. Si, de aquella mina que tú mismo me ensañaste en una tarde que recuerdo aún con agrado.

Como recuerdo con agrado la soba que me pegué aquel dí­a en el que te hací­a falta ayuda para echar el cemento al techo de tu casa, que algunos llamarí­an txabola, pero que para tí­ era el mejor y más querido de los palacios.

Se que aquello te llegó en su dí­a al corazón, pero es que el corazón es un zoco de cariños y favores, un espacio en el que tanto vale un dí­a de trabajo voluntario y no remunerado, con su semana posterior de agujetas, como la alegrí­a con que nos invitaste a toda la familia a tomar una cervezica en fiestas un dí­a que nos encontramos en la calle Rioja.

En fin Miguel, que ya se que no me escuchas, pero que me quedo más a gusto si te digo que te debí­a al menos unas lí­neas, y que si al final estoy equivocado y resulta que acabamos encontrándonos en otro espacio y tiempo, nos tomamos un patxaran mientras vemos jugar al glorioso, y pago yo, y punto.

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