La foto

Llevo años haciendo de mi trabajo un auténtico juego para conseguir no salir en fotos. Como quiera que voy conociendo la forma en que trabajan los de prensa, y como en festejos familiares, vacaciones y viajes, soy mayormente el que saca las fotos, lo cierto es que lo llevaba bastante bien. Bastante bien hasta ayer.

Hoy luzco estampa en el diario de noticias, en el correo, en el gara, en el berria, y yo que sé en cuales más. Luzco estampa de trabajador, de oficinista, de empleado de correos. No sé si sonrí­o o miro asustado el taco de hojas que acto seguido me tocó sellar, una a una, una detrás de otra.

Ellos tampoco sonrí­en, puede que sean conscientes de lo que están haciendo, puede que no. Pero en todo caso, todos tenemos pose de momento histórico, y posiblemente lo sea. 1603 firmas avalan un documento que uno no tiene muy claro que haya sido leido por 1603 personas. Me consta es más, que es así­ porque personalmente he tenido ocasión de ver alguan de estas firmas.

Pero es lo que tiene la democracia, que no es como esos procesos de instalación de programas informáticos que te obligan a leer los términos de la licencia como pasa previo y necesario para proceder a instalar el paquete. Realmente así­ debí­a de ser. Porque en cuestiones como ésta, los números cuentan, pero no necesariamente significan lo que se supone que significan, o al menos lo que algunos presumen que significan.

El juego ha comenzado, lo hizo hace tiempo ya, pero ahora entramos en harina. Ahora se acerca el momento en que el marcador señale victorias y derrotas, y es que después de tanto asalto, después del intercambio de golpes bajos, ha llegado por fin la hora en la que los jueces saquen sus tablillas y repartan sus puntos. Ya no quedan más asaltos, se acabó el combate y ha llegado la hora defintiva, la hora de que haya vencedores y vencidos. Todo lo demás es engañarse.

 

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