Va uno, en este caso Arnaldo, y dice algo que en el fondo todos sabemos o al menos suponemos. Va el resto y salta con aquello de ¡¡¡Uyyyy, lo que ha dicho!!! Y como si de niños se tratase empiezan todos a señalar con su dedito a Arnaldo y a decirle a coro que le han pillado, que le han pillado.
Que nuestra clase política sea o se comporte como niños no es algo malo en si mismo, si lo hiciesen siempre y sobre todo si tomasen de los niños la frescura, la espontaneidad, la ingenuidad y sobre todo la ilusión. Lo malo es un par de efectos colaterales que acompañan o matizan este infantil comportamiento.
Por un lado que el problema no es lo que ellos sean o se crean, lo serio es lo que piensan que somos el resto, lo preocupante que les dejemos pensarlo. Y es que en definitiva, nos tratan como a niños, intentan engañarnos, ningunean nuestra capacidad de juicio, piensan que no nos damos cuentas de sus tretas y sus juegos. Y lo cierto es que a menudo tienen razón, sea por desconocimiento de sus entresijos, sea por desinterés en sus asuntos, que por cierto, son los nuestros, nos dejamos tratar como niños.
Por otro lado, este tratar como un juego de niños un momento histórico como el que vivimos es, cuando menos irresponsable. Y aquí no hay excepciones, no he visto a nadie tomárselo en serio. Y cuando hablo de tomarse algo en serio no me estoy refiriendo a tratar la cuestión como si uno fuese un arcano que se mueve en un terreno metafísico y complicado, inasible al entendimiento del común de los mortales. Me refiero a que en todo este conflicto empieza a sobrar seriedad en el sentido de autocomplacencia, de metapolítica, y empieza a faltar seriedad a la hora de ponerse de una vez a solucionar el problema, y para eso es importante que todos seamos conscientemente modestos, y asumamos que nuestro papel hoy y ahora no es darnos importancia ni solucionar por el camino más enrevesado lo que resulta sencillo sólamente para justificar nuestra existencia como políticos.
Nuestro papel hoy y ahora, el de políticos profesionales y el de políticos aficionados, lease ciudadanos, es algo tan simple como ser capaces de aprovechar las circunstancias del entorno y resolver, o al menos reencauzar, un conflicto que dura ya demasiado tiempo.
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