Y ahora Eco

Me ha sorprendido encontrar un titular en el que se afirma que Eco, Umberto para más señas, se suma al colectivo de acusadores contra Internet. Le achaca la pérdida de la formación histórica. Quiero conceder al autor el beneficio de la duda, y pensar que es un error de interpretación, una descontextualización o algo similar.

El caso es que una vez leido el artí­culo, y tras comprobar que presenta algunos entrecomillados, mi preocupación es aún mayor. Ahora resulta que la causa por la que los europeos tienen cada menos conocimientos de historia es Internet, y lo es porque acelera la perdida de perspectiva histórica al difundir una masa de informaciones de menor importancia.

No es el sesgo tecnológico del sistema educativo en general, ni lo es tampoco la difusión de modelos sociales que priman la rentabilidad frente a la cultura, ni tan siquiera la banalización interesada de la historia, no, es internet. Pero ¿qué es internet? ¿Tiene vida propia? ¿es acaso el fruto de una conspiración planetaria con perversos intereses? o ¿es más bien un espejo, poliédrico eso sí­, de la sociedad?

La pérdida de perspectiva histórica es un hecho más de ciertos fenómemos evolutivos. Un hecho que nos deberí­a llevar a considerar lo que es en realidad la historia. Porque lo que hacemos dí­a a dí­a lo es, otra cosa es que no queramos verlo como tal.

Internet como soporte porporciona un volumen de información histórica que nunca antes habí­amos tenido a nuestro alcance, y desde el punto de vista de la creación de conocimiento compartido, nunca la humanidad ha tenido una herramienta con capacidad semejante, baste como muestra lo que de esfuerzo colectivo y saber compartido tiene por ejemplo el fenomeno Wikipedia.

Desde el punto de vista de la información diaria, ésta no es en realidad tan masiva como parece. Basta echar un vistazo a los principales buscadores de noticias para darnos cuenta de que realmente lo que ocurre a menudo es que la misma información se repite eternamente, a veces sin siquiera matices diferentes.

¿Cuál es entonces el problema? ¿Quién es el culpable? ¿Podemos acusar al pueblo chino como responsable de haber inventado el papel? El problema nunca es el soporte, sino el contenido, quien lo produce y quien lo consume, quien enseña a hacerlo y lo hace en un sentido o en otro.

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