Debajo del colchón…

Hay mucha gente que anda hoy por ahí­ a la búsqueda del santo grial de la izquierda. Sumidos en la desorientación unos y otros se preguntan sobre la esencia del izquierdismo, sobre su actual vigencia, sobre la forma en que puede aplicarse lo teorizado.

Una vez más conviene ser tan simple como se pueda sin caer en la simpleza. La clave de las izquierdas está básicamente en dos conceptos, capacidad de análisis crí­tico, y tendencia a la rebeldí­a. Hasta ahí­ tenemos la izquierda conceptual, solo basta poner en práctica la rebeldí­a y pasaremos a formar parte de la izquierda práctica. Si esa puesta práctica, la sometemos a criterios éticos, más que polí­ticos, entonces ya tendremos la izquierda constructiva.

Pero volviendo al temá del apunte, y siguiendo con el tema de la izquierda, resulta que va uno hoy y oye en la radio que la banca aspira a cobrarnos no ya por hacer trasferencias entre cuentas, sino también por recibirlas. Apliquemos nuestra capacidad de análisis crí­tico sobre la banca y sus prácticas, y el resultado será todo un glosario de insultos e improperios.

Estamos hablando, Cajas incluidas, de un sector que esquilma nuestros salarios con los intereses que nos cobra, que reduce sus servicios y que nos cobra cada vez más por menos. Me explico. Lo de los intereses no requiere explicación. Bueno si, una pequeña. El dinero que nos dejan vale una fortuna, el que les dejamos nosotros nada. Y en esencia, ellos no nos dejan su dinero, sino el nuestro, actuan en ese sentido como simples intermediarios. En principio, ese es su margen de beneficio.

Pero como todo buena organización capitalista, la banca aspira a aumentar su margen de beneficio, y claro, tener tantos empleados para atender a tantos clientes tiene un coste, disminuye el beneficio. Que mejor que ir, poco a poco, convirtiendo en empleados sin sueldo a los clientes, y encima cobrarles por serlo. Así­ nacieron los cajeros automáticos. Ya no tenemos que pasar por ventanilla para sacar dinero, podemos pagar con nuestras tarjetas, poner al dí­a nuestras libretas, etc. Para mejor convencernos todo esto era gratis al princiio, ¡cómo no lo iba a ser, si tampoco nos repercutí­an el ahorro en personal que estas tecnologí­as generaban! Pero en esa espiral de incrementar el beneficio, y teniendo en cuenta que esa espiral funciona como una enfermedad, como un vicio, como una adicción incontrolable, pues se dieron cuenta de que una vez que nos habí­amos acostumbrado a las tarjetas no renunciarí­amos a ellas aún cuando nos cobrasen una comisión por utilizarlas.

Luego vinieron los servicios por internet. Y les seguimos ahorrando trabajo, y cuando nos acostumbremos acabarán cobrándonos por ello, y por hacer trasferencias, y por cobrar cheques, y por pisar sus oficinas, y por tener libretas, nos cobrarán lo suficiente para dejarnos margen con el que poder pagar sus hipotecas.

Y nosotros seguiremos colaborando o puede que nos hagamos de esa izquierda constructiva, y volviendo a la esencia de otros tiempos, cojamos nuestro dinero y lo guardemos con cariño debajo del colchón. Eso serí­a peor para ellos que convertirlos en ví­ctimas, y convencidos de que lo más útil es la izquierda destructiva aplicar nuestra rebeldí­a a quemar cajeros y destrozar oficinas. Que nadie se olvide de un detalle para evitar esta tentación. Los destrozos, igual que las comisiones, los pagaremos nosotros, no ellos.

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