Una fórmula asumible

Así­ califica la prensa de hoy al grial en cuya búsqueda trabajan los socialistas vascos. Una formula asumible sobre algo tan simple, tan completo en si mismo, y tan fácil de entender como “el respeto a la decisión de los vascos”. ¡Y luego decimos que la gente no entiende a los polí­ticos!

Es fácil que esto ocurra, cuando lo que significa ta exquisita expresión no es otra cosa que, en un alarde de magia linguí­stica encontrar una frase que no diga nada y que a la vez lo diga todo, pero sin quererlo decir ni vincular en absoluto a nadie. Puede parecer un galimatí­as pero lo triste es que es así­. No contentos con ser incapaces de soulcionar los problemas que hay, la clase polí­tica se empeña en ocasiones en crear otros nuevos.

¿De qué sirve acordar algo que nada significa y que a nada compromete? Sé que se me dirá que el sólo hecho de firmar todos juntos algo es ya todo un avance, un documento de mí­nimos, una primera piedra. Pero si la piedra está hueca y los minimos tienden a cero, de lo que se trata es de firmar todos juntos. ¡Pues que sellen una bonoloto! Igual hasta les toca y entonces si que tienen que empezar a compartir algo.

Este tira y afloja de palabras altisonantes pero huecas, esconde la incapacidad de ceder, de reconocer, de aspirar a resolver conflictos locales en clave local. Se diga como se diga, esa y no otra es la causa y la consecuencia del problema, y lo demás juegos florales de cifras y letras.

Respetar la decisión de los vascos es algo tan sencillo como plantearles una pregunta clara y acatar su respuesta. Lo demás son circunloquios. Decir que no se puede hablar con Batasuna, porque está ilegalizada por no condenar una violencia con el texto y el enunciado que se propone y no con ningún otro, al mismo tiempo que se habilita al presidente del gobierno español a hablar con ETA, es ante todo un absurdo. Como absurda es la propia ETA, en su actual papel, como absurda es la tentación de caer en todo ese entramado de secretos a voces, de oráculos, de confidencias y saberes restringidos que constituyen la Alta Polí­tica, la Razón de Estado.

Podemos hacer las cosas tan complicadas como queramos, pero la realidad es tozuda, y nos enfrenta, una y otra vez, a problemas que en origen eran simples y tení­an fácil solución. En polí­tica, y especialmente cuando la banda sonora la ponen sables y pistolas, cuanto más tarde se enfrente uno a lo simple, más se complica la solución.

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