Deslocalización

Es curioso seguir la evolución de las palabras totem. Irrumpen en nuestra vida y, mientras dura la suya, se convierten en imprescindibles. La sobreexposición a que nos someten los medios consigue sin embargo el efecto contrario al que pretenden (o siendo más malvados podrí­amos decir que es precisamente eso lo que persiguen). Nos insensibilizan frente a lo que representan.

Una de esas palabras es la que da tí­tulo a estas lí­neas. Hoy se apellida Gí¼eñes Reckitt. Ayer se apellido Hofesa, Caballito, Mercedes, etc. etc etc.

Ya lo he dicho más de una vez, pero no viene mal repetirlo. Cuando se niega la posibilidad de atacar a los fundamentos es dificil evitar sus consecuencias. Cuando olvidamos la posibilidad de cuestionar la propia esencia del sistema, del capitalista, cuando lo aceptamos como inevitable y lo asumimos como eterno e indestructible, cuando perdemos la ilusión y hasta olvidamos la utopí­a, renunciamos de hecho a legitimar nuestras quejas, por que derecho a quejarnos, es evidente que tenemos.

La deslocalización es una consecuencia lógica y hasta predecible de la propia evolución del sistema. De hecho tampoco es un fenómeno nuevo. Más aún, de hecho es uno de los motivos por los que se industrializó el paí­s. El nuestro y cualquier otro. ¿Qué es lo que la motiva? Obtener más beneficio, en definitiva, la esencia del sistema. De un sistema que en definitiva, considera la fuerza de trabajo cómo un componente más del apartado de costes. ¿qué es entonces lo que ha cambiado para que ahora nos preocupe tanto? Que nos hemos convertido en trabajadores caros. Y no lo hemos hecho porque hayan aumentado nuestros ingresos. Lo hemos hecho porque han irrumpido en el mercado otros más baratos. La misma razón que trajo aquí­ a ciertas empresas se las lleva ahora.

Se nos dice entonces que no somos competitivos, y vistas las condiciones de vida y trabajo de quienes lo son, uno se plantea que no quisiera ser competitivo. Al menos como ellos nos plantean que debemos serlo.

Como trabajadores deberí­amos desprendernos de ciertos falsos orgullos, y retomar, de las páginas de la historia conceptos ya olvidados, conceptos como sentimiento de clase, conceptos como internacionalización de la presión obrera, conceptos como control social de los medios de producción. Estamos en el siglo XXI, pero en ciertas cuestiones, lo único que ha cambiado es la posición que ocupa el palito. Para algunas cosas seguimos como en el XIX, sólo que ahora no queremos creerlo.

Leave a Comment

Límite de tiempo se agote. Por favor, recargar el CAPTCHA por favor.