Calidad

Algunas palabras se presentan ante nosotros con significados variopintos que podemos usar a nuestro antojo sin ser imprecisos ni estar equivocados.

El diccionario define calidad como la Propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que permiten juzgar su valor.

El común de los mortales acostumbramos a asimilar la calidad con lo bueno, con lo excelente incluso.

Los que hemos sufrido en silencio algún proceso de implantación de sistemas de gestión de calidad nos hemos hartado de oir la relación que existe entre las expectativas y los resultados como compromiso de la calidad.

La noche de ayer, despedida y cierre de esta edición del festival, puede leerse en cualquiera de las tres acepciones descritas.

Son propiedades inherentes a los chicos de la julliard el saber hacer, el trabajar con mimo, el demostrar una depurada técnica, y el hacerlo además de forma conjuntada, casi matemática. Lo que ocurre es que, al menos para mi, entre ese conjunto de propiedades inherentes no está la chispa, la innovación, la aventura.

No puede decirse lo mismo de Paco de Lucí­a ni de quienes le acompañaron. El flamenco, si algo tiene es duende, y si el duende se viste con un dominio instrumental casi apabullante el resultado es lo que es. Calidad.

El común de los mortales coincidirí­amos por tanto en que el concierto de ayer, especialmente en su seguna parte, la flamenca, tuvo calidad, fue bueno. Igual que destacó en la primera un trombón de varas, el trombón de varas siendo más preciso, que a las virtudes o propiedades ya descritas sumó la chispa y frescura de sus solos. Especilamente su interpretación con sordina de un tema con tintes de blues.

Cuestión aparte y más comprometida es la de las expectativas. La julliard las cumplió. Cuando uno espera una formación estándar en el buen sentido de la palabra, y se la encuentra, uno no tiene realmente nada que objetar.

Cuando uno acude a un festival de Jazz, y lo hace porque sabe que va a tener delante a uno de los genios vivos de la guitarra en general, y al genio indiscutible de la guitarra española en particular, igual de forma ingénua uno espera verle navegar por territorios jazzies, con su visión, pero uno desea más componente de aventura, de investigación.

Gran parte del concierto de ayer fue un concierto flamenco, un concierto de promoción de un disco de flamenco, muy bueno por cierto, pero flamenco. Y que nadie piense que no me gusta el flamenco, es sólo que yo estaba en un festival de Jazz, y me dí­ cuenta al principio, con un tema que interpretó Paco en solitario, y me quedé con buen sabor de boca al final, especialmente desde que subió Chano Rodriguez al escenario.

La estructura fue más jazzie, los músicos fueron descubriendo su talento, su gran talento. Tuvimos así­ ocasión de descubrir una armónica prodigiosa; comprobamos que el guitarra acompañante serí­a figura en casi cualquier escenario menos en el que estaba, por aquello de Paco, claro; vimos como un bajo eléctrico puede aflamencarse y comprobamos una vez más que Chano es un pianista.

La propina insistió en este camino, recurriendo al mí­tico entre dos aguas, y contando con la agradable sorpresa de ver sumarse al trompeta y al trombón de varas de la Julliard, que demostraron que un músico de jazz puede aflamencarse sin despeinarse, aunque sea calvo.

Lo dicho, a mi lo que me apenó fue no ver la misma ductilidad en los flamencos.

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