Que bueno fue mientras fue un concierto.

Hací­a realmente tiempo que no disfrutaba de un concierto de jazz como lo hice anoche y sin embargo acabé yéndome con un cierto sabor amargo. Y es que, como digo, fue estupendo mientras fue un concierto. 

  

Me explico. 

  

Arrancó la noche con una BIG band. Y si escribo BIG con mayúsculas no es por error, sino por aprecio. Los hermanos Clayton y su compañero Hamilton nos ofrecieron lo que a todas luces se puede llamar un concierto. Concierto en el que aparecieron momentos para el recuerdo, como el tema en el que a las caricias del arco sobre el contrabajo de John se sucedí­an las notas aterciopeladas del saxo alto de Jeff. 

  

Sin terminar de reponerse de ello surgió Patti Austin. Y la magia se hizo noche, y el ambiente se llenó de esos sonidos que podrí­amos llamar pre soul, o post gospel. Porque la voz, la banda, la noche, pasaban de uno a otro registro, por supuesto si olvidar a ella. Perdón a Ella, por que voces hay muchas, pero Ella sólo hubo una, y gracias a voces como la de Austin uno puede estar seguro de que la suya permanece. 

  

Se hizo el silencio después de los más cálidos y sinceros aplausos del festival. Doy fe de ello. 

  

Se hizo también la oscuridad, comenzó el sonido y aún seguí­amos en un concierto. Cuando se hizo la luz, seguí­a el concierto, pero según avanzaba la noche uno echaba de menos la oscuridad, y sucumbí­a al deseo de cerrar los ojos. No por tener sueño, sino por el deseo de vivir un sueño. Y es que la voz de Solomon Burke, arropada por una banda sólida, soulida debiéramos decir, nos llevaba a otro tiempo, a otro lugar, y resucitaba para nosotros los grandes momentos del Soul. A temas novedosos, a esa magia del saber hablar con ritmo, se sucedí­an auténticos standars como Stand by me, Georgia in my mind, etc. 

  

Todo apuntaba en dirección al cielo. Al cielo profano de las almas negras que con su voz, sus manos, su música nos llevan al más allá, al más ajazz. Pero no. Solomon sucumbió a su vena predicadora y llenó el escenario de acólitos, y la noche se convirtió en velada, y el grupo en secta, y la música transitó de los standards a los tópicos. 

  

Sinceramente sentí­ no haber tenido la urgencia suficiente para tenerme que ir quince minutos antes de que acabase. A pesar de ello me quedo con su voz. No creo que haya nadie que pueda igualarla en el registro del soul a fecha de hoy. 

  

Dicen que tendemos por naturaleza a desterrar de nuestra memoria los malos recuerdos y a ocupar su espacio con una exageración de los buenos recuerdos o al menos de los menos malos. Un dí­a como ayer no hace falta exagerar nada para rellenar el hueco del sinsabor final. Todo lo que hubo por delante es más que suficiente. 

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