Reflexiones filopolí­ticas al hilo de una charla (1)

Titular a lo que sigue reflexiones puede parecer una primera paradoja. He dejado pasar las horas, he reflexionado y sigo como manolito en una vieja tira de mafalda, pensando aún en borrador. Así­ pues, y por ir fijando conceptos, voy a dedicar un numero indeterminado de posts al asunto.

Lo voy a hacer por razones etimológicas. Me gusta la polí­tica, y filopolí­tica en sentido esctricto, que es otro de los menos comunes, no pasa de ser amor, gusto o placer por la polí­tica. Miento. Si pasa de serlo. Es además el tí­tulo de una compilación de artí­culos en los que Antoni Gutierrez Rubí­ desgrana su opinión sobre las carencias emocionales y culturales de nuestra clase polí­tica y sobre las nefastas consecuencias que esta mezcla de ignorancia, petulancia, y habilidad en hablar al sprint están teniendo sobre la filopolí­tica entendida como amor, gusto o pasión por la polí­tica en nuestra sociedad.

Antoni tuvo la gentileza de contarnos en Vitoria parte de lo que cuenta en su libro, y digo parte con alegrí­a. Ni dijo todo lo que viene el libro ni todo lo que dijo viene en el libro. Lo contrario serí­a un poco como ir a escuchar lo que ya sabes, o ponerte a leer lo que ta han contado. Cada cosa en su sitio y cada momento en su lugar.

He de decir que iba predispuesto, y he de añadir que no me fui decepcionado. Tanto el libro como la conferencia fue, si tuviese que elegir una palabra, sugerente. Propuestas, consejos, y evocaciones. A mi este género de literatura, ya sea oral o escrita me gusta, de ahí­ mi predisposición. Me gusta aquello que me hace pensar, que me abre caminos, que me provoca pensamientos, que me plantea preguntas. Me gusta más que la de tipo catecismo, manual, vademécum. Para dar respuestas está la vida, a nosotros con formular preguntas nos basta.

Por hilar un poco el relato de los hechos mentales que aquí­ se tratan, dedicaré este primer apunte a contar un poco lo que oí­, y el resto hasta que me canse o me distraiga, a contar lo que pensé.

Lo primero que me quedó claro es que quien nos hablaba, Antoni Gutierrez Rubí­, no es filósofo ni polí­tico, pero tampoco, o por ello mismo, tonto.

Lo segundo es que la charla iba a ser fácil de seguir.

Lo tercero es que tampoco iba a ser larga ni pesada.

El ponente nos habló del Deficit de vida interior de nuestros polí­ticos, lo que provoca una escasez de materia prima a la hora de vaciarse, de ofrecer un modelo de densidad moral y racional. No es que estén huecos de nacimiento. Es más bien que la adicción a la retórica y el deficit de meditación les lleva a perder la capacidad de medida, la propia noción de dimensión.

Sobre esa Densidad moral y ética que el polí­tico debiera cultivar y de la que a menudo carece nos siguió hablando el ponente. El esquema es sencillo. Los polí­ticos gestionan la confluencia de los intereses particulares en torno a un interés común que en todo caso debiera redundar en la mejora global del colectivo, pero que por eso mismo incluye a menudo sacrificos y esfuerzos en lo individual. Reclamar estos sacrificios requiere un punto de ejemplaridad, de responsabilidad, de compromiso personal, y eso sólo es posible si se cuenta con la solidez que proporciona la densidad moral y ética, la meditación.

La recuperación del pensamiento clásico es un proceso tan vital como inevitable en esa recapacitación ética e intelectual de la clase polí­tica. Se sorprende uno cuando se acerca a las fuentes y se encuentra con que el agua ya está servida, con que por mucho que evolucione el vaso el agua sigue siendo la misma. Con permiso de Heráclito, en este caso podrí­amos decir que donde él hablaba de rí­os aquí­ hablamos de lagos o mejor aún,  de la costa de levante. Cambian las orillas pero el agua permanece. Las preguntas de siempre ya tienen respuestas, y muchas son mejores que las que podamos inventar ahora. Leer los clásicos nos enseña esas respuestas y nos abre, eso si, todo un horizonte de preguntas. Rubí­ afirma que eso es lo que hace falta, saber preguntar, y eso es filosofar, y eso es hacer polí­tica. Lo que carece de todo esto es gestión de recursos, poco más.

La filosofí­a es en cierto modo el arte de expresar lo inexpresable. Su herramienta es la palabra, el camino que usa el pensamiento para hacerse presente y dejarse portar. La polí­tica a menudo es también el arte de encontrar las palabras que conecten, las que expresen. La filosofí­a, el pensamiento clasí­co en general, es una fuente inmensa de palabras, y su dominio, el de la filosofí­a, un método eficaz para detectar y descartar la palabrerí­a.

Antoni terminó avisando de que la brecha entre la clase polí­tica y la ciudadaní­a a quien gobiernan no para de crecer. Sólo una mayor presencia de la filosofí­a puede mover a escenarios con mayor grado de reflexión, que es el único camino de contar con polí­ticos más ejemplares, más éticamente válidos, que serán los únicos capaces de enriquecer el discurso con un nuevo repertorio de palabras que no estén huecas.

Luego vinieron las preguntas. Básicamente, como los buenos mandamientos, resumibles en una o dos… ¿esto tiene solución? ¿y usted por que no lo arregla? Las respuestas eran claras. Si no creyese que tiene solución no hablarí­a de ella. Si lo supiese solucionar tampoco. Estarí­a haciéndolo, no preguntándome como hacerlo.

Puede que sea un mal resumen, pero para mi es un buen principio para pasar a la siguiente fase… decir lo que esto me sugiere.

3 comentarios

  • Maria Ayser dice:

    Gracias Javier… Linko también yo tu post.

  • javier vegas dice:

    Es un resumen atrevido… bueno, pa’ que engañarnos, es un resumen interpretativo, quiero decir que en algunos casos es trascriptivo y en otros creativo :-), y si te gusta y no protestas pues sinceramente me alegro, supongo que implica que algo he entendido. zenkius!!

  • Antoni dice:

    Javier, te agradezco -tanto!- tu texto…
    Me animas y me reconforta saber que lo que comparto ya no es mí­o, es de todos. Gracias por la “descripción” tan sugerente… Espero la “reflexión”. Te leeré. Linko tu post. Te abrazo. Gracias por tu generosidad en escribir.

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