Publicado en Diario de Noticias de ílava el 2 de febrero de 2010
Los portugueses eran para los alaveses gentes que pasaban en sus coches camino de sus trabajos o de sus casas. Caras que asomaban desde los vagones que los llevaban cargados de maletas. Portugueses a miles fueron los que apoyaron a Wellington y al propio General ílava en la batalla de Vitoria. Desde Silveira, flamante conde de Amarante que entró con sus hombres por el boquete de La Puebla, hasta el más humilde de aquellos lusos ilusos dejaron sus sudores y alguno hasta sus huesos en nuestras tierras.
Ahora, y gracias a nuestra fiebre constructiva, han dejado de ser gente de paso, o cuando menos de paso corto, pero siguen dejando sus sudores y más cosas en nuestras tierras cocidas, léase ladrillos y estructuras. Mucho del esplendor urbano que vivimos lleva sus huellas.
El caso es que el otro día uno de ellos me preguntó así de repente”¦ ¿tú eres periodista? Y yo, prevenido como soy por naturaleza, contesté prudente: periodista exactamente no, soy columnista. Yo no cuento cosas, opino de las que otros cuentan. Y dicho esto devolví la pregunta. ¿Por qué me lo preguntas? Y me contó su caso. Y el caso es que tenía toda la razón, más incluso de la que el creía. Cuando está en Portugal sabe más de nosotros que lo que nosotros sabemos de ellos. Me retó a que encontrase una sola noticia sobre Portugal en cualquier diario, incluso en éste en el que escribo, y por no encontrar no la encontré ni tan siquiera en los diarios deportivos. Nos dais la espalda, me vino a decir, y tengo que admitir que es cierto. Los medios construimos unos mundos a costa de otros. Reflejamos subconscientes colectivos, servidumbres y complejos. Ignoramos y somos ignorados.
Me vinieron de pronto a la cabeza nuestras luchas con el mapa del tiempo, que más allá del clima nos hablan de nosotros mismos. El huevo frito encima de Treviño, tapando lo evidente. Lo poco que sabemos de esos franceses tan cercanos y lo mucho que conocemos sobre puntos más lejanos que Portugal del que nada sabemos. Se atasca una autopista en Almería y lo sabemos, cierran una fábrica de cuchillos en Albacete y nos enteramos. Pero nada sabemos de una protesta de agricultores aquitanos contra una autovía, o de unos cursos de verano en Coimbra. Conocemos las maravillas de los malvasías al tiempo que ignoramos las cualidades del aguardente velha.
Me di cuenta de que contamos cosas sin quererlas ni escribirlas, de que somos menos europeos de lo que pregonamos, y pensé que le debía al amigo portugués una columna.
Ekilikua, ekilikua.